miércoles, 4 de febrero de 2009

Mientras miro una ventana que parece abierta



Que poquito nos duró.
Si nos alcanzara con entornar los ojos
y enfocar lo inmediato.
Pero no.
La alegría es tan efímera,
un coloso de niebla
esfumándose entre la arboleda.
La palidez muda
de las cosas sin alma.

Yo peleando contra todo y contra todos
no soy nadie.

No te odio mamá.
Deberías estar despierta y no muerta.
De cualquier forma no te perdono.

Si pudiera ser aquel balcón
de rosas amarillas,
un jadeo de tarde - más me valdría
cerrar la boca que me condena
en lo callado
y perder – definitivamente
y frente a mi propio espejo


esta mueca extraña que no me dibuja.



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