Tomo demasiado café. Pienso demasiado en una mujer.
He conseguido hacer de mi reflexión el peor de los laberintos.
-La serpiente que me habita se sigue enroscando y constriñe casi todo-
El miedo en sí mismo, como un sismo apretando a la altura de la boca del estómago.
¿dónde podría esconderse el mundo esta tarde plomiza
en la que pájaros y horizontes no dominan ningún paisaje,
para no hallarme otra vez desnudo y desprovisto de frescura
y con los pies apuntando hacia no se muy bien qué acertijo?
Observemos sin ningún apuro como la respuesta nunca nacerá.
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