jueves, 8 de diciembre de 2011

Partes para un hijo




Cuando te vuelva a mirar

y seas diez

veinte años más

y la experiencia te confunda

como a mi, ahora

Cuando no te alcancen

los laberintos

y seas acá

o en otro país

pero seas vos

Mi rubio

con esa cara de quererte

que ya te quieren

Cuando te falte

o sólo consigas de mi

una sombra

Cuando no tengas

o no quieras

o elijas negarme

Porque hay que negar hijo

Para aprender a querer bien

hay que aprender a negar

casi todo

Y ese dolor primero

ya lo verás

Ese dolor

después se transforma

La luz es más intensa

Yo la veo ahora en tus ojos

Mis viejas disputas

mis abandonos

Todo mudado

en este amor torpe pero brillante

A borbotones

Apresurado

De hoy

Cuando te mires al espejo

y sólo encuentres

la herencia en vos mismo

Está bien

Es lo que tiene que pasar

El tiempo

se ocupará de resolver

esas soledades

Uno a uno

nos irá poniendo en tu cara

para que cuando te mires

puedas vernos

Y

dentro de muchos años

Cuando descubras

la otra verdad

adentro de la la verdad

Cuando el padre

se haya esfumado

y se revele el hombre

Ese día

Hijito mío

vas a ser más libre.




Lectura para mi juventud




El canto que arrastra

Templa

Será de mañana

Bolaño y su Flandes

Andino

Este Madrid de sol

Y secretos.






jueves, 1 de diciembre de 2011

Herencia




Mamá se sentó

y la televisión gritando

alma amordazada

aquella

Maniatada

borracha

Mezcla triste en el humo

azul

Chesterfield

de tardes vacías

Mamá se sentó

y paralizó la niñez

Fantasma plateado

en la mesa

de siempreluz

observo

ahora

mientras repito calcando

copiando el simulacro

muriéndome

igual de cáncer

de mamá de páncreas

de terapia intensiva

tumor del tumor

del tumor

extirpado

maligno como una vacante

como un abrazo

vacío sin cuerpo

atávico y en el humo

azul

la misma mezcla

orbitando

las estancias más frías

las manitos así

apretadas

que no se vuele

hechas de hielo

sin aire

nueces cerradas

como un ataud

cae sobre la tierra

se parte

y se pierde la herencia.





viernes, 18 de noviembre de 2011

Desaparición




Más chico

que la estatua del tipo ese

que es piedra de hazañas.


Más chico

que el libro abierto

en ese verso,

clavado en la emoción;

sangra inteligencia

y así noquea.


La sensación de vigilia

nos mantendrá a tientas

pero con vida

en el mundo negro.


Más chico

que el recuerdo de mi club

aquel día de lluvia.

Los pantalones rotos

en las rodillas,

el jogging nuevo herida de mi vieja

y su esfuerzo subrayado,

ahora impostura.


Un guante de sastre

la maternidad.

Recuerdo dulce, recuerdo lácteo

el joven decrece;

el niño ahí

el niño panza,

ahora es todo bolsa,

miedo líquido.


Más chico

que el temblor éste

mientras afuera

la lluvia.


Llegando a la desaparición

fálica de un encuentro,

no somos ni siquiera memoria.











viernes, 11 de noviembre de 2011

Nada me guía




Fuera de mi

el juego que conjuga la novedad y la rabia.

Exceso de prudencia,

el silencio y las piernas cruzadas

encierran la casualidad

que pretende ser resuelta.


Nada me guía.

Todo se intuye.








lunes, 31 de octubre de 2011

Muerte de un animal

El campo, a esas horas, es una enjambre manso de soledades. Los árboles allá; agrupados y silenciosos, los perros echados con la panza en el fresco y la casa al fondo; un islote en medio de un océano vasto y frondoso que se acaba dónde la vista no alcanza a ver. Ni el rumor del pueblo en la distancia sugiere un pueblo. La ruta después del camino de tierra, más allá del portón de madera y hierro, ni siquiera silba.

Bajo el ombú, la jaula oxidada vence al animal y no lo vemos; un amasijo marrón que arrasa con el conjunto de exactitudes y lo altera afeándolo levemente, una miga rugosa hundiéndose en un vaso de agua.

En la cocina el hombre observa por la ventana. El rifle apoyado sobre las rodillas no reluce. El gesto del hombre se presenta aséptico y ausente; ojos vacíos para otear al animal que ahora se mueve.

Las moscas alrededor de la cabeza santifican al bicho, una corona de desgracia que revolotea agitando la quietud y haciéndola incluso, un poco más tensa.

La pava chifla y el animal se incorpora. El sonido del vapor a presión y el movimiento del rey coinciden en una misma alarma con su inmediata consecuencia. Aunque no es una advertencia real ya que el grito de la casa es mudo y el animal demasiado viejo para escucharlo.

El hombre mira a la bestia. El pelaje apoliyado y roñoso, y una parva indefinida de años acumulados en los mazacotes de pelusa percudida. La fuerza justa para estirar la cabeza y bostezar con la boca inmensa y podrida; la boca de un anciano.

El hombre respeta a ese animal, en secreto. Añora a la bestia, eso sí, pero no la culpa, más bien todo lo contrario. Los años de encierro con el campo ahí nomas, la libertad detrás de los hierros que nunca llegó a comprender; los pasos cortos en ida y vuelta, en redondo, hasta caer exhausto de incomodidad. Día tras día, año tras año, venciéndolo hasta transformarlo en esa idea; en la proyección física de una realidad que parece pero no es.

Y aquí, el remordimiento del hombre y su conciencia, la culpa merecida. Tan viejo el monstruo y tan encerrado, exacto a su simulacro; aunque algo más triste, más abatido.

Apoya el rifle en el suelo y agarra el mate. Acomoda la bombilla en la yerba, echa el agua caliente y en el aire se dibuja un fantasma de vapor que no dura; luego chupa.

El cristal de los ojos se humedece.

No mira el reloj. Toca la esfera redonda y el frío suave y abombado del tiempo parece chistarle que no hay espacio para más demoras, que ya debería estar saliendo.

Levanta el arma del suelo; no duda, y comienza a caminar hacia la puerta. Quince pasos firmes y encorvados; sale al rellano. Los perros lo reciben a los saltos. Se los saca de encima pero sin palabras. Lo hace con la contundencia de ese andar decidido; los clava sobre la tierra y los deja ahí, mirando en blanco y negro su silueta alejarse en brioso desfile, en marcha corajuda hacia no se sabe muy bien qué valentía.

El monarca lo espera de pie; erguido, el pecho hacia afuera y la vista al frente, y mientras el hombre avanza el animal va ganando en envergadura; recuperando con cada paso parte de esa majestuosidad abandonada en el baúl de la memoria.

Frente a la puerta de la jaula el hombre echa un último vistazo a su cautivo.

Desde dentro, la bestia observa a su captor y no hay rencor en el gesto.

El hombre saca una llave herrumbrosa de su bolsillo y destraba el encierro. El animal no se mueve.

Abre la puerta. Entra.

El animal da dos pasos hacia el hombre.

El hombre levanta el rifle.

El León se agazapa; aunque nunca sabremos si lo ha hecho para atacar o en señal de renuncia.

En el pueblo se escucha el disparo. Revuelo de pájaros.

La puerta de la jaula está abierta. Los perros ladran.

Un animal acaba de morir.

Recostando sobre la hierba, el otro animal mira una puerta abierta y no calza en ese símbolo, ningún tipo de libertad.






martes, 27 de septiembre de 2011

Casa compartida II




-¿Querés un café?

-Venga…

-¿Azúcar?

-Dos, por favor.


Nos sentamos a la mesa

de la mañana, sin análisis.


Todo está bien.




lunes, 19 de septiembre de 2011

Casa compartida




En la heladera

la leche sigue en su lugar.

No se ha tocado nada aún.


Pasarán días

antes que el efecto de ocupación

se convierta en bienvenida.


Callo mis pretensiones,

las enmudezco sentándolas en un sillón

que ahora

comparto en propiedad.


La casa acepta la llegada.

¿Desde cuándo los muebles saben reír?


Me saco las zapatillas

y tímido, las huelo.


A partir de hoy

mis olores pasarán a deliberación

de la mayoría.











lunes, 12 de septiembre de 2011

Caras




Pienso en caras.

Con todas las chicanas y dobleces;

puertas.

resumen del contenido al que me dirijo;

gestos inconcientes de un cerebro.


Las caras condicionan mi dicción.

Mi pensamiento se ajusta a las muecas que lo reciben.

Pienso mal.


Pienso en caras.

viernes, 2 de septiembre de 2011

En el asado




En el asado.

Vivimos en ese crepitar.

Nos sienta a la mesa.

Nos cubre el apellido

y el tizne; la brasa explota,

chispas.

Vino para los grandes,

los chicos corren por ahí.


Hablamos nuestros casi cuarenta,

nuestra reciente orfandad.

Lo hacemos con el silencio

que es la palabra mejor hecha.


Llega la carne

Perfecta

En su punto.


Se abre el apetito de familia.

Mañana me subo a un avión.





miércoles, 31 de agosto de 2011

El archivo del exilio





Cajas y cajas de memoria borrosa.

Clasificar el lugar del que se ha salido

mientras se desentiende

el sitio del que uno no es.

En esos idiomas paralelos;

un tu, pozo hondísimo

en el que el vértigo afloja las piernas.


Calles pegoteadas, ¡cómo cuesta

llevar un camino recto, amigo mío!

El paso no termina

de ser del todo propio,

por eso pesa más.


Hay tantos cielos

y tantas tierras en el mundo;

parajes que nos despertencen,

que nos descorresponden,

que sólo se vuelve a casa

cuando la mirada renuncia del exterior

y uno encuentra los ojos de adentro.


La casita del exilio es el pasado

pero como los parques más verdes,

a veces no se puede pisar.


Llénese de aire el pecho, compañero

y airee la nostalgia;

la pena será esa camisa con botones

que a veces tendrá que arrancarse

a lo increíble Hulk.


Y siga viviendo en usted,

sea orgulloso y solitario;


el único habitante del país de su nombre.






sábado, 23 de julio de 2011

Feliz sábado

Este sábado caluroso

cumple tu día

reemplazando tu cuerpo ausente

por un cielo, en apariencia,

democrático.


La tarde confusa

te ubica sobre las cenizas y las cabezas,

coronando la vida de los otros

y la memoria.


Yo te saludo

como se saluda a los invisibles;

puertas para adentro-

una vela encendida en el secreto.


Piloteando una sonrisa en esta mueca triste,

no parece pertenecerme este festejo.


Feliz sábado, revoleo por la ventana.

Y no te llega.



Y no me siento mejor.




martes, 28 de junio de 2011

Tandarica




Nos sentamos en una mesa

a debatir el futuro de 450 pibes

entre bostezos y nervios.

En reuniones como ésta

suele haber todo tipo de perfiles.

Están los que atan la tanza al anzuelo

sin que los vea nadie.

Están los que cargan el arma arriba de la mesa.

Están los farmacéuticos de espíritu

y los mercenarios que tienen un precio

tatuado en la frente.

Están los románticos que perdieron el romanticismo

y sólo les queda la pose.

Están los que saben de lo que hablan

y están los que saben mucho de lo que hablan.

Los que no saben nada; nada

de nada de nada, suelen ser los más simpáticos.


Yo estoy en el borde de la mesa,

invisible pero en mi camisa.

Me miro en el espejo de refilón

y veo un payaso triste.

Me como una medialuna

intentando no hacer demasiado ruido.


Pienso en los 450 pibes aún sin cara

y en lo que les espera.


16 leones para 450 gacelas. Y un payaso de árbitro.


Saco un Tandarica y me desplomo contra el suelo.

Me rompo tres costillas y me jodo la clavícula.

Nadie se ríe.


Me levanto y me siento a terminar mi café

aunque no puedo respirar bien.


Se te corrió la pintura,

payaso pelotudo…


Es así, respondo; la lágrima negra del payaso triste.


Todos se ríen.





lunes, 20 de junio de 2011

Cotidiano




Las escenas de la vida cotidiana.

Despachos de blanco.

El ruido que llega de la calle,

primero los autos,

después todo lo demás.

¿No deberían las hojas de los árboles

ser mucho más ruido que todo lo demás?

Mezclo en el café

jefe, rutina y aburrimiento.

Me quedo piola.

Espero el próximo movimiento

que el azar tiene pensado para agitar mi día.

Un mueble de ikea

me amenaza desde el rincón del despacho.

Perfectamente ordinario.

Matemático. Triste.


Busco una excusa para quedarme en mi silla.

No tengo hambre.


Ojalá alguien viniese a regarme el ánimo.




martes, 24 de mayo de 2011

La cama y la muerta

La volvió a tocar y el mármol de su piel le susurró que ya no volvería a despertar.
No sólo el instante era un instante muerto, también la habitación y el papel floreado sobre las paredes; y la ventana con los vidrios llenos de dedos, y el exterior luminoso y vacío; y la calle, y los árboles impregnados de ese otoño marrón y apretado de principios de Abril.
Una mañana sin vida. El despertar de un día de enfermedad; ahora sin vida.
La tomó suavemente de las manos, apoyando las yemas de los dedos en la palma ingrávida que aún guardaba un rastro de sudor invisible. Tuvo miedo de sujetarla con más fuerza y que una parte de la muerte lo atravesara y lo partiera en dos. Aunque ya estaba roto. Llevaba roto demasiados años.
La destapó. El frío no podría arruinar otra semana más, dejando en el cuerpo de María, una nueva invasión. Ningún ejército en esas tierras resultaría ahora una amenaza.
Le retiró las medias y las apoyó cuidadosamente en el suelo. Al hacerlo no pudo evitar quedarse mirando durante algunos segundos las pantuflas, que sus pies; ahora descalzos e inmóviles sobre la cama, ya no volverían a calzarse. No hay visión más triste y desoladora que los zapatos vacíos de un muerto, son la prueba inequívoca de la desaparición, de la extinción, de la fuga. Por eso no los tocó, prefirió levantar la mirada y comenzar a desabrocharle el camisón, aún húmedo de la noche anterior. Sus manos se estremecieron al sentir el agua de María presente sobre la tela. Dos días después pensaría en lo extraño que le había resultado que una parte de ella hubiese sobrevivido a la muerte alojándose en un trozo de ropa, empapándola hasta convencerlo de su engañosa existencia.
Retiró el camisón, con cuidado pero con la torpeza con la que un empleado nuevo desviste a un maniquí. Lo dobló y lo llevó hasta la silla; lo apoyó con timidez, como si en realidad estuviese depositando una parte de ella que aún latía.
Se agachó y se dejó llevar por el perfume a enfermedad de los últimos años.
Quiso llorar.
Volvió hasta la cama; se sentó, agotado de dolor; de desesperanza.
El sol se coló por la ventana iluminando el cuerpo inerme de la muerta, vistiéndolo de una palidez de porcelana que estremecía.
No pudo llorar.
Primero la miró a los ojos; el verde se había apagado definitivamente y ahora era casi gris, ya no había en ellos la profundidad del sufrimiento, ni la huella que se descubre en la mirada de los que han transitado ese camino que sólo conocen los enfermos. Sus ojos; más ausentes que nunca, lucían tristes pero cristalinos; una pileta con agua en un atardecer de invierno.
Le observó la cabeza. El cráneo sin pelo; redondísimo, luna llena en mitad de la noche, brillaba apoyado sobre la almohada. Pensó en acariciarlo pero sus manos prefirieron la inmovilidad.
La visión del pecho y el vientre desnudo gobernado por el más frío de los abandonos, lo hizo levantarse de un salto. No había espacio en el que depositar más angustia, así que tomó distancia y echó un último vistazo.
Una cama y la muerte.

Su cama y su muerta.


Desde la calle llegaba la voz de una mujer gritándole a su hijo que no era hora de ir a la plaza. Un grupo de chicos corriendo a toda velocidad. El ruido de las hamacas cuando no tienen ningún niño encima y chirrían hasta que al final alguien las detiene. Bocinas que modulan en el horizonte y luego desaparecen. Perros que ladran. Bicicletas que se alejan. Coches. Gente.

Y lejos, allá donde la vista no llega, algo que suena pero que no logramos identificar qué es.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Ahora

Está pasando algo, en apariencia poderoso. La gente está en la calle y yo en la oficina. Me cuesta la calle. Soy; desde siempre, un inútil social. La re puta madre que lo parió. Me encantaría echarme a la calle.

Escucho cosas por ahí que vengo escuchando en mi cabeza desde hace un tiempo y no quiero; bajo ningún concepto, tener la estúpida soberbia de siempre. La soberbia esa que achica. La soberbia que destruye, que reduce ideas, que transforma lo visible en invisible.

Lo que suena, suena bien. La puta si suena bien… Y lo que no suena, ¿no es este el momento de ponerle voz a lo que no suena?

Me subo a este punto de partida que no es de nadie y es de todos; siempre fui soldado del sentido común.

Suena de puta madre. Suena de putísima madre.

Los pies y los huevos y el cerebro, bien en el mundo; ahora mismo.





miércoles, 4 de mayo de 2011

Mapa

Me gustaría

mirar por la ventana,

los ojos vendados

como papel de calcar.


La cara

es el escudo que me cuelgo

para ser mi familia

-el resumen de mi padremadre-

en lo que imagino

sus treintaypico.


a veces, desde afuera

intento el calco

-el recuerdo empieza a ser vago-

los ojitos chinos

la risa, ésta, que clavo en repetición,

que se me sale del pecho,

como un tiro

y se apaga, luego,

muda como los pelos de una alfombra.


Azul era, la de la infancia.

Y las marcas del pis de los perros,

petrificadas amarillentas,

la Dude de rodillas

rasqueteando su vejez más hermosa,

haciendo en ida y vuelta

un mapa preciso

para que ahora no me pierda.


Las arrugas me las quedo.

Son mías.

Ese surco nítido será mi tesoro.


Para mirar por la ventana

no hace falta memoria.


Los ojos vendados,

las manos de mi abuela.






martes, 3 de mayo de 2011

Diario de oficina 100311



La puerta se abre y se cierra y entra gente, y sale gente.

Últimamente mi capacidad de tolerancia y paciencia ha mutado en un autismo teatral. Estoy y mis gestos son los míos, digo: cara, nariz, boca, ojos… y por qué no, el resto del cuerpo en su totalidad; la forma en que me río después de una pregunta, la mirada torva frente a un comentario sin sentido, los hombros tensos casi todo el tiempo, etc. Pero al mismo tiempo estoy dentro de mi cuerpo, en modo submarino. Lo exterior es el caparazón, el refugio, el bunker; la fachada del teatro.

Por fuera sigue la arquitectura, como siempre fue, aguanta ahí, incluso armónica, no hay cambios sustanciales; alguna cana más, alguna arruga. Casa tomada, eso sí. Todo lo intacto por fuera, es desorden y caos dentro. Perriflautas en el alma que cagan y mean en las esquinas de mi casacuerpo.

Un pedazo de yo minúsculo comanda el ostracismo desde una cabina que queda justo detrás de mi ojo derecho; las paredes interiores de mi ojo derecho son rojizas y viscosas y me siento en una butaca negra hecha de quién sabe qué, enfrentando el cristal abovedado. La luz; estroboscópica a causa del párpado, llena de silencio el negro ese; el ausente ese fuera del mundo.



Cuesta salirse de uno. Va siendo hora, me repito. Pero la voz rebota sobre la parte de adentro del cráneo, viaja por el esófago y termina el los ácidos del estómago. Una voz que se disuelve y ya no es ni ruido.





jueves, 28 de abril de 2011

Diario de oficina 180111

Pienso en mi amigo,

el expublicitario.

Mi amigo el expublicitario

que un día se hinchó las pelotas

y medio persiguiendo una vocación escondida,

medio -lisa y llanamente –

con las pelotas como dos mundos;

fue hasta su oficina

saludó a sus compañeros

hizo un arreglo desfavorable con su jefe

acomodó una caja con sus bártulos

bajó a la calle

se metió en un bar

y se tomó un café

con leche y dos medialunas.


El primer café con leche y medialunas

de mi nuevo amigo, el ENESEMISMOMOMENTO actor.


Me pregunto qué cosas

me impiden ver florecer un valor similar

al de mi amigo el ahoractor.

Qué lista podría diseñar

desde mi cobardía de silla caliente y oficina con techo,

que me consuele

durante un par de horas.


Hago un boceto rápido sobre el papel

y sale así:


Alquiler.

Comida.

Bebida.

Agua.

Luz.

Gas.

Una novia que necesita viajar para

sentir que no se está equivocando.

Un hijo que; me convenzo,

me necesita holgado.

Algún viaje.

Cigarrillos.

Colegio.

Juguetes.

Marcadores que pintan mejor que los otros marcadores chotos

pero que son carísimos.

Ropa.

Discos.

Libros.

Y por último,

una férrea conciencia que me dice que no sé hacer nada más

que lo que hago para vivir. Absolutamente nada más.


Reléeo mi lista.


La última línea me tranquiliza

y me intranquiliza a partes iguales.


Subo y me sirvo un café con leche

en la máquina que prepara

esos cafés tan ricos que sólo me gustan a mi

y aprovecho para alegrarme por mi amigo,

el ahoramismo actor.


Mi amigo el actor que me saluda

desde un escenario

con un bigote pintado a lo Groucho Marx

y yo pienso; qué pelotudo

y la re

concha

de tu madre!



Pero lo pienso, no lo digo

(hasta para esto me falta valor)






lunes, 25 de abril de 2011

Tragar solo

Se murió un miércoles por la noche.

Un miércoles de semana santa.

Un miércoles del año dos mil once,

en el fatídico mes de abril.

Se murió, decía,

proyectando una sombra sobre el océano.

Una sombra alargada; mancha de tinta china,

que dibujó al hijo en el apuro y lo puso

de un bife,

buscando las alas de metal y encontrando

su propio silencio en la altura.


Ahora el padre es ese recuerdo sorprendente,

vivo, únicamente en la plaza de la memoria.


Con su remera de river, lo imagino.

Con su carne aún caliente

y el block sobre las rodillas;

dibuja al hijo que posa su ausencia

en total desconcierto.


Y se traga la vida el pibe.


Se la traga de una

y con dificultad.

Con la contrariedad que supone

empezar a tragar solo.




martes, 1 de marzo de 2011

Tengo mucho más por leer
que lo que tengo por escribir.

lunes, 24 de enero de 2011

Atrás de la noche

Noche para atrás

-soledad-

El agua del dolor se congeló

En la ciudad

El pibe piensa poco - igual camina

Se le hace marihuana el corazón

Todo bien

Todo mal

Corre

Corre

loquito

atrás de la noche