-¿Querés un café?
-Venga…
-¿Azúcar?
-Dos, por favor.
Nos sentamos a la mesa
de la mañana, sin análisis.
Todo está bien.
-¿Querés un café?
-Venga…
-¿Azúcar?
-Dos, por favor.
Nos sentamos a la mesa
de la mañana, sin análisis.
Todo está bien.
En la heladera
la leche sigue en su lugar.
No se ha tocado nada aún.
Pasarán días
antes que el efecto de ocupación
se convierta en bienvenida.
Callo mis pretensiones,
las enmudezco sentándolas en un sillón
que ahora
comparto en propiedad.
La casa acepta la llegada.
¿Desde cuándo los muebles saben reír?
Me saco las zapatillas
y tímido, las huelo.
A partir de hoy
mis olores pasarán a deliberación
de la mayoría.
Pienso en caras.
Con todas las chicanas y dobleces;
puertas.
resumen del contenido al que me dirijo;
gestos inconcientes de un cerebro.
Las caras condicionan mi dicción.
Mi pensamiento se ajusta a las muecas que lo reciben.
Pienso mal.
Pienso en caras.
En el asado.
Vivimos en ese crepitar.
Nos sienta a la mesa.
Nos cubre el apellido
y el tizne; la brasa explota,
chispas.
Vino para los grandes,
los chicos corren por ahí.
Hablamos nuestros casi cuarenta,
nuestra reciente orfandad.
Lo hacemos con el silencio
que es la palabra mejor hecha.
Llega la carne
Perfecta
En su punto.
Se abre el apetito de familia.
Mañana me subo a un avión.