jueves, 28 de enero de 2010

Otro jueves normal



Un diluvio terminaría con todo esto.

Con ese pasillo de ahí enfrente

que transporta gente dormida,

con ese túnel que los impulsa sobre rieles

de rutina e insatisfacción,

y que comienza a reclamarme.


Soy uno de ellos aunque

levante las manos y cierre los puños.


Vigilo desde la entrada la luz oro que nunca brilla.


Alguien intenta nadar a contra corriente

pero el lobo del pasillo ya lo alcanzó.

Le arranca los brazos y luego las piernas.

Después ágil y febril, se lanza sobre su cabeza

y le devora el cerebro.


Nadie puede hacer nada.

Y todos pueden hacer todo.

Pero el lobo del pasillo es tan poderoso.


Muestra los dientes

y son como flechas de plata.

Como espadas de Arturo.

Como lanzas de Longinos.


No se dispara el dardo que desmaya a la bestia

porque la mano que debería cargar el arma

se llena de cobardía.


El tráfico continúa

y es otro jueves normal.


Otro muerto que muere entre los muertos que viven.